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Yacimiento El Eucaliptal

Yacimiento El Eucaliptal

EL YACIMIENTO ROMANO DE EL EUCALIPTAL

El yacimiento arqueológico romano de El Eucaliptal ocupa una superficie de 140.000 metros cuadrados aproximadamente, que se distribuyen a lo largo de la orilla de la ría de Punta Umbría. Se encuentra protegido bajo la categoría de Bien de Interés Cultural y ha sido objeto de cuatro proyectos arqueológicos desarrollados entre 1993 y 2006. (Campos Carrasco, Pérez Macías y Vidal Teruel, 1994).

Durante estas excavaciones, aparecieron diversas piletas de salazones que determinaron la existencia de un poblado dedicado a la industria pesquera y a la elaboración de productos del mar. El periodo de ocupación se prolonga desde fines del siglo I hasta principios del VII d.C.

Las intervenciones arqueológicas pusieron al descubierto complejas estructuras pertenecientes a una factoría o cetaria para el desarrollo de las industrias pesquero-salazoneras. La existencia de un alfar, con numerosos hornos destinados a la fabricación de materiales constructivos y cerámicos de diverso tipo, evidencia la importancia de la producción industrial de este asentamiento. El Eucaliptal formaba parte de una red de producción de estos bienes de consumo, que fiscalizaba el puerto de Huelva (Onoba Estuaria) y en la que participaban otros asentamientos, como Las Arenillas o La Cascajera.

La necrópolis reveló un importante elenco de tipologías funerarias y elementos de ajuar, que sirvieron para conocer la datación cronológica del asentamiento y la evolución de la sociedad local. Las características que presentan los diferentes ritos funerarios estudiados en El Eucaliptal, reflejan la incidencia en este lugar de los grandes acontecimientos históricos que afectan al Imperio.

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LA FACTORÍA O CETARIA DE SALAZONES

El área visitable de este yacimiento arqueológico es parte de la factoría de salazones o cetaria. La industria pesquero-salazonera supuso uno de los principales motores económicos durante el periodo romano. Las factorías se dedicaban a la transformación de las capturas pesqueras para la elaboración de diversos productos alimenticios, fundamentalmente salazones (salsamentum) y salsas de pescado (liquiamen).

En este espacio observamos un conjunto de doce piletas de salazón y otras estructuras industriales relacionadas con esta labor. Las piletas presentan diversas morfologías y aparecen recubiertas por opus signinum, una especie de mortero impermeable para evitar fugas de líquidos. Asimismo, destaca el patio central en el que se realizarían los trabajos previos de despiece y troceado, así como las canalizaciones para la evacuación de las aguas realizadas con ladrillo.

El proceso de la salazón comprendía de una serie de pasos. Primero se despiezaba el pescado y se retiraba la cabeza, las aletas, la sangre y las vísceras en el patio anteriormente comentado. Una vez limpiada y troceada, la carne se depositaba en las piletas junto con sal, conformando distintas capas y se dejaba macerar unos 20 días y más tarde se retiraba el exceso de sal con agua dulce. De esta manera, el producto quedaba listo para envasarlo en ánforas de cerámica y trasladarlo a través de las rutas comerciales del Imperio Romano.

Este espacio forma parte del área de producción industrial que fue construido en el siglo II de nuestra Era y remodelado en el siglo V para su reapertura. Se produce en esta última centuria un impulso económico gracias a las inversiones de capital redirigidas desde las minas.

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LA PRODUCCIÓN DE SALSAS DE PESCADO

La actividad industrial en El Eucaliptal no solo incluía la producción de salazones, sino que también se elaboraban diferentes salsas de pescado empleando la sangre, las huevas, las vísceras y las partes descartadas de los peces en el proceso de corte para las salazones.

La masa de pescado y sangre, junto con una buena cantidad de sal, se dejaba reposar al sol en las piletas durante siete días aproximadamente. Tras este periodo de maceración, se removía durante los siguientes veinte días y se añadían hierbas aromáticas. El último paso antes del envasado en ánforas de cerámica era colar la mezcla usando cestas fabricadas con fibra vegetal.

La calidad de estas salsas dependía de los ingredientes y especies marinas utilizadas para su elaboración. Entre estas salsas destaca el garum como una de la más preciadas para la sociedad romana. El garum se convirtió en un elemento imprescindible en la cocina romana, siendo utilizada como condimento en una enorme cantidad de recetas. Se llegaron a pagar grandes cantidades de dinero por su adquisición, lo que hizo de su consumo un privilegio por parte de las familias más pudientes.

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UN PRODUCTO DE LUJO: LA PÚRPURA

La ingente cantidad de restos encontrados de cañaíllas o murex brandaris, indica que la factoría pudo tener una actividad complementaria. La cañaílla es un molusco con gran valor gastronómico que se recolecta desde antiguo en estas costas.

Esta especie era usada ya desde época prerromana por los fenicios para la producción de Púrpura imperial o Purpura de Tiro, un tinte muy preciado en la Antigüedad, símbolo del prestigio y poder propio de personajes distinguidos.

Para su obtención, se realizaba una incisión en la concha del molusco para extraer la bolsa de pigmento localizada en su interior. Era una actividad que requería un complejo y laborioso proceso.

Se necesitaban decenas de miles de moluscos para teñir una prenda de tamaño medio, de ahí su gran coste y la exclusividad de su uso para las élites imperiales.

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LA NECRÓPOLIS

Las estructuras halladas en la necrópolis de El Eucaliptal determinaron que el lugar tuvo una ocupación diacrónica que los excavadores organizaron en cuatro fases estratigráficas.

La primera de ellas se concentró por el hallazgo de una sepultura en Cupa o Cuppae, datada en un momento impreciso del siglo II d.C. La aparición en los últimos días de la excavación limitó el estudio de esta estructura.

La segunda fase estaba compuesta por diez enterramientos practicados bajo cubierta de tégulas a dos aguas, caracterizado a nivel ritual por la coexistencia de inhumaciones e incineraciones, así como por la riqueza de algunos elementos de sus ajuares. Fue fechada entre mediados y finales del siglo III de nuestra Era.

La tercera fase estuvo marcada por una transformación radical del espacio, el cual pasó a estar reservado exclusivamente para la deposición de una veintena de nonatos, neonatos e infantiles en el interior de ánforas, con escasos menajes funerarios. El recinto se presentaba limitado espacialmente por dos construcciones escalonadas de ladrillos y un muro de cierre y los restos se dataron entre los siglos IV y V d.C.

En la última fase de ocupación se identificaron quince inhumaciones sin ajuar, practicadas en cajas rectangulares de ladrillos y piedras orientadas este-oeste, pertenecientes a los primeros enterramientos cristianos practicados del siglo V al VI d.C.

AUGE Y DECLIVE DE EL EUCALIPTAL

La importante producción de salazones queda evidenciado por la aparición de un alfar propio hallado en este yacimiento puntaumbrieño. En El Eucaliptal se han catalogado dos modelos de ánforas de facturación local, denominadas por la comunidad científica como Eucaliptal I y Eucaliptal II.

Por otro lado, destaca un importante conjunto de monedas de los emperadores Galieno, Constantino y Honorio, fechadas entre la segunda mitad del siglo III- finales del IV d.C., producto de las importantes transacciones comerciales que se producían en el área de influencia de la Huelva romana.

La actividad metalúrgica que se desarrolló en la actual cuenca minera onubense durante el periodo imperial romano, contribuyó al mantenimiento de la actividad industrial de las salazones en estos asentamientos, tras la crisis que el Imperio afronta en el siglo III d.C.

Finalmente, el uso tanto industrial como habitacional de El Eucaliptal se diluye a partir del siglo VII, época a partir de la cual se pierde el rastro arqueológico de este yacimiento.

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